Dr. Strangelove: Hablaremos hoy de dos series que en
apariencia tienen poco en común pero que forman parte de la oledada de calidad
que nos llega desde la televisión.
Ambas están producidas por la cadena de pago AMC y se
enfrentan al inicio de la quinta temporada. Mad Men ya, para Breaking Bad aún
no hay fecha pero se espera que sea este verano. En el caso de la primera,
habrá al menos dos temporadas más, mientras que para Breaking Bad será la
última (aunque quizá emitida en dos tandas), residiendo aquí una diferencia
fundamental en el enfoque de la temporada, pero también en el de la serie desde
un comienzo, pues Mad Men es un flujo de acontecimientos que podría estirarse
más que Cuentamé mientras que Breaking Bad camina desde el primer capítulo
hacia un final.
Mad Men, supongo que casi todos lo sabéis, se desarrolla en
una empresa de publicidad en los años 60. La ambientación es uno de los fuertes
de la serie, y no se limita a lo estético, un recurso frecuente es el de
exponer situaciones de acuerdo con la mentalidad y las costumbres de la época
para que choquen con la forma de verlas hoy en día, así se tratan temas como el
machismo, las adicciones al alcohol y al tabaco, los prejucios raciales, la homofobia,
etcétera. La serie se desarrolla pausadamente, con altibajos que siguen el
ritmo de vida de unos personajes bien construidos, muy humanos y en continua
formación. Se definen muy bien las relaciones laborales y personales. El
carismático protagonista, Don Draper, está especialmente bien tratado.
En Breaking Bad, un anodino profesor de biología que
sacrificó su prometedora carrera se entera de que tiene un cáncer con pocas
expectativas de curación y decide fabricar metanfetamina de calidad para dejar
una herencia en condiciones a su familia. Esta arriesgada premisa podría haber
degenerado en un producto vergonzante, por suerte no fue así. La serie es un
continuo tour de force repleto de personajes excesivos. Si en Mad Men vemos la
evolución de los personajes en un entorno y en unas vivencias relativamente
normales, aquí su desarrollo se magnifica por lo extremo de situaciones.
Conforme avanzan las temporadas el discurso es más oscuro, y no empieza
precisamente en un mundo multicolor, cada vez hay menos humor negro y más drama
sombrío de tintes psicológicos.
Las dos series son técnicamente extraordinarias y si en Mad
Men destaca la labor de vestuario, en Breaking Bad lo hace la fotografía con
sus contrapicados, su rico cromatismo y esos cielos de Nuevo México que parecen
tener vida propia.
Un análisis profundo de estas series daría para un libro,
pero prefiero dejar este bosquejo de momento, más estando todavía incompletas.
Disfruten de ellas, de Mad Men como si degustasen plácidamente un Old fashioned,
de Breaking Bad como si se metieran un buen chute de metanfetamina azul.