No es fácil preparar un discurso
para la boda de tu ex novia.
He tenido que emborracharme
para hacerlo, cosa que siempre hago a disgusto.
Es cierto que no llegó a haber
consumación, ni tocamientos, nunca nos atrajeron nuestros respectivos culos
peludos.
Pero salíamos todos los
viernes y sábados, nos emborrachábamos juntos, alguna vez incluso nos
llamábamos por teléfono. Éramos novias, hasta que Judith se lo llevó… al huerto
de Cuarte.
He de ser realista, sé que Judith tiene cosas que yo a Zé Tubarao no puedo ofrecerle: constancia, moderación, dos
buenas razones… por no hablar de la casa con terraza, el pelo corto, su
profundo amor… a los gatos.
Y, sin embargo, yo hace más
tiempo que lo conozco. 30 años nada menos.
Por aquel entonces, apenas
un niño, Zé Tubarao ya era lo que las madres y padres de los demás llaman “una mala
influencia”. Por pequeños detalles, como pedir a los reyes, estando en 1ª de
EGB, un poster de Sabrina en pelotas.
En el colegio se hizo notar,
no sólo por eso. También porque puso motes a todos, a los 40 que fuimos a la misma clase
durante ocho años, muchos de los cuales estamos aquí. Sin
llegar al extremo de FJG, que quería poner bombas en el
colegio, era, sin duda, un zascandil y un alborotador. No obstante, fue un
alumno aplicado, atendía en clases tan interesantes como la del Cocoloco, aunque
no dejara sus manos quietas, e hizo grandes amistades con ilustres profesores: el
Peruano, el Espada, JLF, Nati, el Piti, Carlos M. … que le tenían gran aprecio. De hecho me sorprende que no hayan venido a la boda.
Fuimos creciendo y, nadie
sabe cómo, de repente... llegó la adolescencia. Zé Tubarao se dejó el pelo largo. Empezamos
a salir… cayeron nuestros primeros tragos en el Javi Dary, un bar infausto en el que servían metanol a los niños a la vista de
albóndigas prehistóricas, íbamos a, Green, donde pillaba más que Lorenzo Lamas,
luego al rollo, a pasear nuestra cara… ya daba lo mejor de sí mismo.
Porque todos tenemos
nuestras habilidades y virtudes y, a Zé Tubarao, aunque no lo pueda poner en el
currículum… la farra se le da fetén.
Zé Tubarao es de las pocas
aventajadas personas que pueden convertir una noche anodina en una juerga
divertida y épica, diría también que memorable, pero solíamos ir tan guaza que
recuerdos… pocos.
Por desgracia para nuestro
disoluto grupo, sus inquietudes le llevaron a estudiar Comunicación Audiovisual
en Pamplona, donde otros pudieron disfrutar de su genialidad mientras los
anteriores, huérfanos de Zé Tubarao, entrenábamos para estar a la altura a su
regreso.
No fue fácil, porque volvió
convertido en una auténtica bestia de la noche. Lo atestiguan bares como el
Corto Maltés, la Casa Magnética, el Época Dorada, la Pianola, la Recogida, y
otros hoy desparecidos: el Desafinado, la Estación, el Hendrix, el Bisonte…
En aquella etapa, además de
tajarse cual perra, empezó a viajar por el mundo, una de sus facetas más
interesantes. Pasó por lugares tan recónditos como el lago Snagov, Cluj Napoia,
Sarajevo, Belgrado, donde distraído con las tetas de la recepcionista a la que
pidió información sobre la lavandería más cercana, es decir, por no prestar
atención a lo que debía, acabó
deambulando durante horas por la ciudad con dos bolsas de ropa sucia al más
puro estilo Paco Martínez Soria. Pasó también por el cortijo de Bertín Osborne,
esKrotor, Skudra, en Albania, y allí nos rescató un ángel. Cruzó el Atlántico
para ir a Cuba y a Brasil, donde en una ceremonia orishá fue bautizado con su actual nombre: Zé Tubarao. Fueron noches plagadas de gatinhas, redondos bundas y violentos
adictos al crack. En aquel país dejó huella, y consiguió hazañas como ligarse a
la única mujer que no era puta en una discoteca de Natal.
O si lo era, al menos, no
le cobró.
En aquellos días, durante
su madurez etílica, logró grandes gestas, como ser subcampeón mundial de
alcoholismo, y si no consiguió más fue porque, como todos sabemos, no sabe
atemperar.
Y es que, la liaba parda.
Fue entonces cuando estuvimos más unidos, éramos novias, aunque las copas le
transformaran con frecuencia en el diablo de Tasmania, un ser peligroso,
imprevisible y abominable que sembraba el caos y supuraba alcohol por todos los
poros de su piel.
Llegaba a extremos inauditos,
como en la boda de El General, en el abismo de Cheum, Polonia. Allí, después de
beber mucho vodka, territorio desconocido para él, aficionado a esa mierda dulzona llamada ron, no se conformó con tirar una copa al suelo sino que volcó una mesa
de cristal repleta de ellas, además de arrojar a los supervivientes de la noche
los pasteles del desayuno o de romperse un metacarpiano en un lago infame
muchas horas y vodkas después de decir, solemnemente, cosiendo una bandera de
España, que jamás sería el farolillo rojo de una boda.
Cuando se salía del tiesto,
algo que sucedía con frecuencia, siempre tenía una palabra de disculpa, y una
excusa gastada: que era víctima de su educación corazonista.
Porque Zé Tubarao siempre se ha
definido como corazonista, ni rico ni pobre: colchonero, sibarita y Martínez,
porque los Martínez, apechugan. Por no hablar de otro de sus lemas vitales: por
qué vas a hacer las cosas bien cuando puedes hacerlas mal.
Ese es Zé Tubarao. Y así le
queremos.
Recordaría otras jaranas
locas, en Salou, en el local, el Woodstock del siglo XXI, en Sallent, donde se
ventilaba los vinos caros de su padre y daba buena cuenta del pacharán del
Tiay, pero me estoy extendiendo demasiado.
Por eso llego al momento en
que conoció a Judith, en unas fiestas, precisamente en Sallent.
Agosto de 2009. Yo no estaba
presente para luchar por nuestra relación. Y, ensimismado por los encantos y
perjúmenes de Judith… Zé Tubarao me dejó.
He de reconocer que tuvo
buen gusto. Judith es increíble. De hecho, jamás pensé que una persona que bebe
tan poco… nos cayera tan bien.
Judith es divertida,
espabilada, está buena, y le lleva por el buen camino. Con razón, y aunque me
pese, nunca le he visto tan feliz.
Por eso, y a pesar de mis terribles
celos, quiero proponer un brindis por los recién casados y por todas las farras
que nos quedan por vivir. Sin olvidar, eso sí, otro de los lemas que han
acompañado a Zé Tubarao a lo largo de su vida, la recomendación de los curas que
ahora, en vistas a su vida conyugal, hacemos nuestra:
Fournier... no fornique.
Salud
2 comentarios:
Un tópico, pero hasta las torres más altas acaban cayendo.
¡Viva los novios!
:)
Genial discurso, si no fuera tan moñas.
Aunque lo que más lamento es los efectos amnésicos del elemento primario, el alcohol. Las historias que deben faltar en vuestros discos blandos.
Sr. Chinaski
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