Burbujeante expectación en el aeropuerto de Lisboa, en el siguiente avión llega a la capital lusa una de las más bellas estudiantes erasmus del próximo curso, la florentina Giovanna Z.
El avión se aproxima, los fotógrafos intentan superar el cordón policial, sin éxito, algunos jóvenes se desmayan (unos pocos de ellos por el calor, la gran mayoría ante la emoción de ver en persona a la hermosa fémina). La nave se detiene, ¡qué nervios!, la espera se está haciendo interminable, por fin colocan la escalera y... ¡ahí está! ¡ahí está! La espectacular muchacha saluda desde lo alto, sonriente, su cara es todo sonrisa y gafas de sol, astro que brilla en su gracioso pelo. Emprende el descenso, ¡con qué estilo mueve sus interminables piernas! Llegan varias ambulancias para poder atender a todos los desmayados.
La hermosa Giovanna Z. esquiva a la prensa local, sin dejar de ser amable y, cuando llega a la salida de la terminal se sorprende de ver entre la multitud, asomando entre cabezas y cámaras fotográficas, un cartel con su nombre escrito a mano (con mala letra). Lo debe sostener alguien muy bajito, al acercarse, Giovanna Z. descubre por fin al extraño individuo, se trata de el Fary.
Giovanna Z.: Pero... ¿tú no estabas muerto?
El Fary: No, fingí que la palmaba para poder venir a Portugal de incógnito, es que... la ilusión de mi vida era aprender a cantar fados y en España mis productores no me dejaban.
Giovanna Z.: Vaya.
El Fary: Conscientes del barullo que tu visita iba a deparar, me envía el Ministerio de Cultura portugués para que te ayude a encontrar piso.
Giovanna Z.: Gracias, qué amables...
El Fary: De nada, hombre. Sígueme.
Ambos salen para coger un taxi. “Al Largo do Chiado, por favor” indica el célebre cantante.
El Fary: Podríamos tomar algo en el Café a Brasileira antes de ir a mirar los pisos.
Giovanna Z.: Vale.
Y eso hacen. Giovanna pide un café, el Fary un cognac.
El Fary: ¿Sabes? Me encanta Pessoa - y señala la estatua. Entonces, frunce el ceño, hay alguien detrás de Pessoa que asoma un poquito su cabeza, primero junto a la del escritor, luego por el costado, finalmente entre las piernas - ¡Hola! Siéntate con nosotros. Es Dustin Hoffman – explica – que está preparando su primera película como director.
Dustin Hoffman: Así es, quiero filmar una biografía sobre el Fary – saluda a Giovanna Z. con dos besos – Oye, eres realmente preciosa, quizá te interese algún papel en la película.
Giovanna Z.: Oh, gracias Dustin, pero ando un poco liada. De todas formas, pásame el guión que seguro es interesante. Igual cambio de idea.
Dustin Hoffman: Así haré.
El Fary: Estoy ayudándola a buscar piso para su año de erasmus.
Dustin Hoffman: Puedes considerarte afortunado.
El Fary: Sí, la vida siempre me ha sonreído.
Giovanna Z.: Venga ya, basta de adulaciones, me vais a hacer sentir incómoda...
El Fary. Será el cognac, que me pone sentimental. Pero trataré de no ruborizarte, vayamos de inmediato a ver la primera casa.
El popular cantante y Giovanna Z. se despiden del Sr. Hoffman para dirigirse al elevador de Santa Justa, pues el primer piso de la lista que porta el Fary está en la Baixa. “Ese torito, este torito guapoooo”, canturrea mientras descienden y también mientras pasean por el barrio, disfrutando de un día muy agradable.
“Es ahí enfrente”, dice el Fary señalando una casa de azulejos, y ambos cruzan en cuanto pasa un tranvía. Llaman al timbre. Una interferencia delata que han descolgado el telefonillo, pero no se oye a nadie.
El Fary: ¿Señor Marcellini? Soy el Fary, venimos a ver el piso...
Sr. Marcellini: Subid.
Es un viejo edificio, de comienzos del siglo XX. El ascensor, protegido por una reja, está averiado, tienen que utilizar las escaleras. Cuando llegan al tercer piso les espera un hombre de unos setenta años, con coleta, en bata.
Sr. Marcellini: Bienvenidos a mi humilde morada.
Acceden a su casa, de techos altos, muebles barrocos y paredes sucias. Se percibe un extraño, fétido olor. Tras las presentaciones oportunas, interviene el Fary:
El Fary: Nos sorprende Sr. Marcellini, lo barato de su oferta: 150 € por un cuarto de 30 metros cuadrados en una casa céntrica de 200 metros cuadrados, con tres baños y terraza...
Sr. Marcellini: Le seré franco. Sólo busco un poco de compañía y unos ingresos estables, aunque sean mínimos, que contribuyan a equilibrar mis cuentas.
Giovanna Z.: ¿A qué se dedica Sr. Marcellini?
Sr. Marcellini: Al contrabando. Les mostraré.
El anciano les guía a través de pasillos caóticos y desordenados. Llegan a un cuarto lleno de ordenadores, colocados en columnas de hasta 10 CPUs de altura.
Sr. Marcellini: Discos piratas de Franco Battiato, un negocio que me apasiona pero que está en grave decadencia. Pero mi mayor fuente de ingresos la verán en mi bodega – atraviesan otro pasillo, donde el olor se vuelve cada vez más insoportable hasta llegar a un cuarto oscuro lleno de moscas -. ¡Queso! Elaboro queso, y no uno cualquiera, sino el Casu Marzu típico de mi Cerdeña natal, prohibido porque se potencia la fermentación con larvas de la mosca del queso.
El Fary: Qué interesante, ¿lo puedo probar?
Sr. Marcellini: Por supuesto.
Giovanna Z.: Mmm, gracias por mostrarnos todo esto, pero creo que este piso no es lo que estaba buscando...
Sr. Marcellini: ¿No quieres ver el que sería tu cuarto?
Giovanna Z.: Quizá en otro momento…
La joven sale de la casa, en un par de minutos aparece el Fary, relamiéndose.
El Fary: Un tipo simpático el Marcellini éste...
Bajan las escaleras y el cantante saca de nuevo la lista.
El Fary: Tenemos que ir al Barrio de Belem. ¡Taxi!
El hábil conductor, viéndoles extranjeros, da una notable vuelta para incrementar el precio del viaje, recorriendo la Baixa, la Praça do Comercio, las inmediaciones de Alfama, otra vez la Baixa, el Rossio, la plaza del Marqués de Pombal, y el Barrio Alto hasta llegar por fin a la costera Avenida del 24 de julio para pasar junto al puente 25 de abril y seguir hasta el Barrio de Belem, donde se acerca a la torre homónima y al Monasterio de los Jerónimos.
Giovanna Z.: Joer... menuda vuelta.
Taxista: Espero que les haya gustado.
El Fary: No ha estado mal, aunque hubiera salido más a cuento pillar el bus turístico y fumar en la parte de arriba.
Taxista: Que les den.
El Fary: Me cago en tu madre, los taxistas españoles son más educados, y escuchan mis canciones (cuando no están con la COPE...).
El cantante se arremanga con actitud vehemente y agresiva, pero el taxista arranca antes de que la cosa llegue a más. Giovanna Z. trata de calmar a su cicerone y cuando lo consigue (algo no muy difícil con semejante sonrisa), caminan hasta un pequeño chalet.
Les abren siete chavalines de unos 10 u 11 años, al parecer niños prodigio, todos ellos con gafas, algunos increíblemente parecidos. Dos visten de hare krishnas, otro declama afectadamente las luisiadas, uno tiene tatuado en su diminuto brazo “Manoel de Oliveira es el mejor”. Giovanna Z. mira interrogativamente a el Fary.
Giovanna Z.: ¿Estás de coña?
El Fary: ¿Tampoco te gusta éste? Si aún no lo has visto...
Giovanna Z.: Siguiente.
El Fary: Hay que volver al Chiado.
Giovanna Z.: También podrías haber ordenado los pisos por zonas...
El Fary: Es que me gustan el desorden, el caos y el anarquía.
Giovanna Z.: Quién lo iba a decir...
El taxista que les transporta esta vez es un angoleño afable que escucha Etoile de Dakar. Les deja en su destino sin percances. El portal del edificio está abierto, así que el Fary y la bella Giovanna Z. suben hasta la casa que buscan, en el cuarto piso.
Giovanna Z.: También está abierto...
Entran. Se trata de una casa antigua, como la primera, pero aquí huele a libros y quizá un poco a rancio. En el vestíbulo hay unos caballitos de tiovivo, y una alfombra roja apolillada recorre un pasillo pintado a rayas blancas y negras. Pasan por varias habitaciones que parecen deshabitadas, en una hay una piscina de bolas, en otra juguetes de cuerda parados, en la tercera un elefante disecado en la postura del loto.
Llegan a una biblioteca. Frente a la ventana, de espaldas a la puerta, alguien está sentado en una mecedora. Su figura, a contraluz, le resulta familiar a Giovanna Z.
Espectro de Saramago: Me preguntaba qué ocurriría si la gente pudiese teletransportarse... si, por ejemplo, yo pudiese venir desde mi palacio de ultratumba hasta esta mecedora.
“Ni puta idea” responde alguien, ¿de quién se trata? Giovanna Z. mira a su alrededor y comprende que la ventana del cuarto no da a la calle sino a un universo paralelo o a un infierno paralelo donde todo es desolación. Quien ha hablado es Beetlejuice, que cabalga sobre una serpiente de arena de cuya cabeza sale otra cabeza para devorar a Giovanna Z.
Y los infortunados lusos se ven privados de su sonrisa y su hermosura y El Fary, saudoso, llora un fado.
Hace 9 meses
8 comentarios:
maremeua... estás fatal! :P
Jajajajajaja, no tienes fondo!!!! Delirante relato, pero me uno a raúl: ESTÁS FATAL!
¿Y por qué no encuentro libros de ésto?
Estás enfermo, me encanta.
Amigo mío, mejor empresa habría tenido el Fary con Giovanna si hubiera seguido las mismas artes que usó en su taxi con Ava Gargner.
Jajaja me parto, a ver cuando montamos un negocio a medias, que funcionar no sé si lo hará, pero reirnos...
Ya le has dao a las muscarias y sin avisar, so perro, porque no me creo que un queso rancio con larvas de mosca genera tal delirio. Flipando, vamos.
Kisses muscarios.
Yo que conozco bien a Lobo (siempre lo he considerado como un hermano) puedo confirmar que está como una puta cabra. Es probable que no haya necesitado muscarias, como mucho un poco de oporto.
Al menos alaba a mi alteryo, San Bukowski.
Sr. Chinaski
Ya ha reenviado el enlace de esta entrada a más de 5 amigos. Es lectura obligada de mesita de noche.
:)
No hubo muscarias, pero en efecto, se me va la pelota, creo que tanto quienes me conocen en persona como por este blog lo saben perfectamente.
En cualquier caso, el cuento es de Marmordo y agradece que se difunda.
Publicar un comentario