martes, 31 de agosto de 2010

Mr. Fuentecilla

Entre los goliardos existe un título dudosamente honorífico creado en honor al reportero José Luis Fuentecilla, un tipo que trabajó para Telecinco antes de pasar a Cuatro-CNN+.

Se trata del título de Mr. Fuentecilla.

Era éste un tipo bastante anodino que, a pesar de cubrir importantes acontecimientos como el 11-S no ha pasado al imaginario colectivo fuera de los círculos goliardescos. De hecho, si se busca en google un video suyo no se encuentran más que referencias a un presentador que le sustituía y que se atragantó en el telediario. Una historia triste.

Los goliardos, gente de humor fácil cuando no estúpido nos quedamos con su nombre en la época en la que nos juntábamos en un local destinado a nuestra perdición. Desde entonces, vomitar es “hacer la Fuentecilla”, y el último goliardo que haya vomitado en un día de farra es “Mr. Fuentecilla”.

Todo esto viene a cuento porque se supone que disfruto de tal título en la actualidad (de hecho con reválida, que es aún más penoso) y me está empezando a mosquear el tema. Creo que aquí hay gato encerrado y que alguien no reconoce sus fuentecillas. Sin ir más lejos, hubo este fin de semana un equipo goliardo de despedida de soltero y me cuesta mucho creer que nadie echara las rabas en una fiesta que duró todo el día y toda la noche.

Mientras nos llega el artículo detallado sobre lo acontecido en la despedida me gustaría que hubiese confesiones: ¿quién vomitó este fin de semana? ¿quién es el nuevo Mr. Fuentecilla?

(Si nadie confiesa se admiten testimonios acusadores de terceros que vieran alguna fuentecilla no reconocida).

jueves, 26 de agosto de 2010

Córtate el pelo

Hay gente que tiene la jodida manía de criticar la apariencia de los demás cuando nadie les ha pedido su opinión. Te suelen soltar frases del tipo "te estás engordando" o "esa camisa te sienta fatal".

Suelen ser de esos individuos que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Personalmente, me toca las pelotas que me digan que me corte el pelo, sobre todo cuando lo hace mi antiguo jefe, que es calvo como una bola de billar.

Nuestro colega el Profesor Marmordo, se ha estado leyendo últimamente el libro del incomprable Hunter S. Thompson "Los Ángeles del Infierno. Una extraña y terrible saga", sobre los motoristas forajidos de California. Esos tipos no pasaban mucho por el peluquero.



Pero los que realmente sudaban de cortarse el pelo eran los Led Zeppelin.

jueves, 19 de agosto de 2010

Discotecas de Mañoland: el Boulevard

Quizá esté cometiendo un error al escribir antes sobre discotecas que sobre los bares clásicos que generalmente preferimos los goliardos, pero me ha dado por ahí. De todas formas, estoy seguro de que no es el error más grave que he cometido en mi vida, probablemente no esté ni en el top 100 de los errores de mi vida.

Ya hemos comentado en alguna ocasión que, tras la infame ley de bares que se aplica desde hace ya unos cuantos años en Mañoland (en otras ciudades españolas hay leyes similares), los noctívagos nos vemos en la penosa tarea de decidir si nos vamos a casa a las 4:30 (arriesgándonos a perder tal nombre) o nos metemos en un garito con licencia de discoteca que nos permita seguir emborrachándonos y tratando de materializar nuestros más oscuros propósitos durante un par de horas más. En esta sección trataremos a cualquier bar con esta licencia como discoteca, aunque en algunos casos es una calificación discutible.

En términos generales, las discotecas de Mañoland suelen ser antros de tamaño medio o grande donde te tratan como si fueras una oveja, te cobran precios desorbitados por el alcohol y hay un ambiente de mierda. Pero bueno, tendremos que hacer matizaciones.

Hoy hablaremos del Boulevard, discoteca de la calle Héroes del Silencio, antigua Comandante Santa Pau.

Sin que haya sido este nunca un antro del gusto goliardesco, pues el ambiente más bien pijo y lo elevado de sus precios echaba para atrás a los puristas de nuestra bukowskiana religión, hay que admitir que la música no era de lo peor que hayamos escuchado a esas horas de la madrugada (temas animados de las últimas décadas, en ocasiones decentes) y que la probabilidad de encontrar mujeres hermosas era relativamente alta, si bien, con una proporción de féminas por maromo lamentable y con la dificultad añadida de colegir si una belleza seguirá siéndolo cuando enciendan las luces a las 6 y pico de la mañana.

El local es amplio y oscuro, con una decoración kitsch que apenas le da un toque para diferenciarlo de cualquier otro. A veces, hay sesiones especiales con algún Dj de mayor o menor pericia.

Lo que no podemos perdonar es que los camareros sean completos amateurs, los seguratas unos macarras de lo peor del género y que el ambiente se haya ido degradando hasta convertirse en una especie de chiquipark fiestero donde la edad media no supera los 20 años. En el caso de las chicas esto sería asumible, sobre todo por los goliardos que sí aman a las lolitas, pero los machos púberes que frecuentan este garito son más difíciles de digerir para cualquier persona sensible y cultivada, más si es un goliardo con experiencia.

Además, es frecuente que haya una cola infame para poder entrar y que en el interior haya, aún así, overbooking. También se dio el caso en una ocasión en que, llegando relativamente pronto, nos hicieron pagar a otro goliardo y a mí los 12 € de entrada (con consumición) sin advertirnos que dentro no había ni una docena de personas... Otra muestra del trato despectivo que se estila en este tipo de antros. Y puestos a hablar de experiencias nefastas, sé de uno que salió a hombros del lugar, expulsado por los encantadores seguratas de la entrada.

En fin, no es la peor opción de discoteca de Mañoland, pero ha ido degenerando y no la recomendaríamos a nadie que superase los 25 tacos ni que se tome en serio esto de ser goliardo.

2 BOBs (3 BOBs -1 por el ambiente infantil).

miércoles, 18 de agosto de 2010

Récord personal

162 páginas del libro, 17 cigarros, 9 jarras de cerveza, conversación con el barman (Juan) y risas con otros clientes dipsómanos habituales.

¿Alguien ha visto un martes mejor empleado?

jueves, 12 de agosto de 2010

Películas con pianista

Dr. Strangelove: la figura del pianista siempre ha sido muy cinematográfica. Para empezar, en la época del cine mudo, las proyecciones solían ir acompañadas por la música en directo de un pianista, pero de lo que quiero hablar es de los pianistas de dentro de la pantalla.

Pronto comenzamos a ver pianistas en el cine, curiosamente muchas veces asociados a comedias, cuando el instrumento tiene esa apariencia tan seria y elegante. No era extraño ver un piano en las películas de los hermanos Marx, y el piano coprotagoniza la inolvidable escena de “Candilejas” que comparten Charles Chaplin y Búster Keaton, esos dos gigantes del cine que medían 1,65.

Y no puedo dejar de mencionar a Sam, al pianista de “Casablanca”, quizá el más famoso hasta la llegada del Szpilman de Adrien Brody, el que toca esa canción otra vez en el Rick’s.

Probablemente haya otros antes, pero el primer pianista que recuerdo (si me falla la memoria recuerden que soy mayor) con un papel protagónico es el de la película de Truffaut, “Tirad sobre el pianista”, una libérrima obra de cine negro con toques de comedia, pura Nouvelle Vague.

Y en los últimos años hemos visto insistentemente pianistas en la pantalla. En los 90 tuvimos “El piano” (de Jane Campion), esa bonita y dramática historia de amor que se desarrolla en Nueva Zelanda, con Holly Hunter, Harvey Keitel, Sam Neill y la inolvidable música de Michael Nyman (con la que es quizá su canción más conocida junto a “Chasing sheep is best left to shepherds”), una película notable.



No tan redonda pero también interesante es “Shine”, vehículo para una excelente interpretación de Geoffrey Rush, sobre la vida de un pianista australiano cuya pasión por tal instrumento unida a la obsesiva relación que tiene su padre con él le conducen a la demencia.

También de por entonces es “La leyenda del pianista del océano”, donde Tim Roth encarna a un pianista que ha nacido y vive oculto a los ojos del mundo, a bordo de un transatlántico. Este film adolece de los excesos sentimentalistas a los que se suele entregar su director, Giusseppe Tornatore, pero contiene uno de los duelos más curiosos y brillantes de la historia del cine.

De la última década son la oscarizada “El pianista”, de Polanski, gran película con esencia de clásico de la que no trataré de añadir nada que no se sepa. Y “La pianista”, sobre una rígida profesora de piano (Issabelle Huppert) que tiene una visión del sexo muy particular, por no decir enfermiza, como muestra cuando se enamora de un joven y atractivo alumno. Es una película turbadora, un pestiño para muchos, una obra dotada de gran profundidad para otros. Haneke se suele mover por ese delicado filo.

Esta no ha sido una relación minuciosa, y como estoy seguro de que me he dejado muchas películas en el tintero están invitados a hacer aportaciones en los comentarios. Antes de irme, hablaré de una bizarra película de Peckinpah cuyo protagonista (un genial Warren Oates) también toca el piano antes de hacer cosas peores: “Quiero la cabeza de Diego García”, una obra que cuando a alguien le dé por desempolvarla acabará siendo de culto. Mafia, venganza, pistoleros a sueldo, muerte, excesos y decadencia en territorios fronterizos: si es usted un goliardo, hágase con ella.

lunes, 9 de agosto de 2010

Calificaciones empleadas en la crítica de bares

Una vez consideradas las sugerencias que se aportaron tras la primera crítica de bar, he decidido establecer una clasificación goliardesca para los bares de los que hable. La unidad de medida serán las Botellas de Oporto de Bukowski (BOBs), con una escala de 0 a 7. La escala es completamente arbitraria, los goliardos siempre hemos pasado del sistema métrico decimal y estamos acostumbrados a hacer graduaciones de 0 al 7, si a alguno no le gusta me importa poco, que se busque a otro crítico.

La cosa sería más o menos así:

0 Botellas de Oporto de Bukowski (BOBs): Garito al que un goliardo nunca (y he dicho nunca) debería ir, a no ser que quiera perder tan prestigioso título y recibir una severa paliza de sus amigos. Sitios así dan ganas de quitarse la vida.

1 BOB: Aunque no tanto como el anterior, sigue siendo un antro pésimo y sólo se admite la presencia de un goliardo si no discierne lo que ocurre porque está rozando el coma etílico.

2 BOBs: No es un lugar recomendable para un goliardo, su ambiente no casa con los gustos de alguien que aspire a ser un mito de la farra de su ciudad.

3 BOBs: Bar correcto, cumple su función pero sin que sea posible hablar de él apasionadamente.

4 BOBs: Buen bar, el goliardo de pro se siente como en su casa aunque no vaya en albornoz o en bata (a no ser que sea el Nota).

5 BOBs: Bar notable, el goliardo repetirá su visita con frecuencia y placer, pues está muy por encima de la media en todos los aspectos que valora.

6 BOBs: Ínclito bar, la decoración, el ambiente, la música y el alcohol se aúnan creando un paraíso goliardesco de visita obligada para cualquier noctívago.

7 BOBs: Bar – templo. Es una calificación especial que escapa ligeramente de los criterios aplicados para el resto. Se trata de un bar donde el goliardo encuentra el karma bukowskiano absoluto. Puede no ser tan perfecto técnicamente como un 6 BOBs, pero tiene algo que lo hace esotéricamente especial. Cada goliardo puede aplicar esta calificación un máximo de cuatro veces en su vida.

Notas:
Este baremo será válido tanto para bares en sí como para discotecas, cafeterías y otros locales donde se distribuya alcohol.

El crítico podrá establecer subjetivamente puntos a favor o en contra para completar la calificación con elementos no intrínsecos a las BOBs otorgadas. Generalmente se tratará de un +1 o un –1 y, en casos excepcionales, +2 o –2. Por ejemplo, un bar puede ser un 3 BOBs +1 por la excepcional calidad-precio del alcohol dispensado, lo que lo equipararía con un 4 BOBs. En sentido contrario, un bar podría ser un 5 BOBs –2 por la absoluta ausencia de féminas que se depilen las axilas y el bigote. Se pueden incluso acumular los puntos extra, hablaríamos por ejemplo de un bar 4 BOBs +1 por el carisma de su dueño +1por la excelencia de la música que se pincha, equiparándolo con un bar 6 BOBs. La máxima calificación que se puede conseguir con adiciones es 6 BOBs, ya hemos comentado que 7 BOBs es una categoría aparte que se concede de forma honorífica.

Con este sistema, la calificación del Bar del que hablé el otro día no puede ser sino de 7 BOBs.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Frank Zappa en Vilna

Cierto que Zappa era un tío multicultural pero... ¿quién le iba a decir que su única estatua en el mundo iba a estar en Vilna, Lituania?


Gran canción:



En el fondo, Zappa era un tío sencillo: