miércoles, 29 de junio de 2011

Películas de samuráis

Dr. Strangelove: Me encarga Lobo de Bar, para responder a una petición externa, que hable sobre películas de samuráis. Supongo que habrá bastante información por la red, pero bueno, daré mi visión personal.

El cine de samuráis (conocido entre los frikis del tema como chanbara, dentro de las películas de época o jidaigeki) constituye un género bien definido que puede despertar pasiones, aunque también tedio (más entre las féminas), como por ejemplo, el western, con el que tiene una relación bastante estrecha.

A los que quieran iniciarse les recomendaría que empezasen por el number one, Akira Kurosawa, que dejó un puñado de obras maestras y que es relativamente asequible, tanto de encontrar como de digerir. “Los siete samuráis” es una de mis películas favoritas, sin paliativos, véanla. También son bastante representativas “Yojimbo (El mercenario)” y su continuación “Sanjuro”. De éstas hubo traslaciones al lenguaje del Oeste (“Los siete magníficos”, "Por un puñado de dólares").

Kurosawa, por su parte, adaptó el lenguaje de Shakespeare al entorno samurái, creando obras maestras como “Trono de sangre” (Macbeth) o "Ran" (El rey Lear).

Todavía con Kurosawa citaré la película que le dio la fama en Occidente: “Rashomon”, una importante reflexión sobre el punto de vista, la clásica "La fortaleza escondida" y la barroca “Kagemusha”.

Un cineasta bastante canónico en el cine de samuráis, aunque sin llegar a la brillantez de Kurosawa, fue Hiroshi Inagaki, con su trilogía “Samurái”, protagonizada por el gran Toshiro Mifune.

El otro gran actor del género es Tatsuya Nakadai, con el que coincide (entre otras) en “Samurai Rebellion”, de Masaki Kobayashi. Éste cineasta dio una vuelta de tuerca al chanbara como pudo hacer Peckinpah con el western, profundizando en los personajes y aportando cierta crítica al código. Además de la citada, he de destacar “Seppuku” (que significa harakiri), una verdadera obra cumbre.

Otro cineasta con un punto de vista particular, algo más estrambótico, fue Kihachi Okamoto, en obras como la sombría “La espada del mal”, en “Kill!”, una especie de Spaghetti Eastern o en la cruda "Samurai assassin".

Okamoto rodó además una de las 26 películas de la serie sobre el samurai ciego Zatoichi protagonizadas por Shintaro Katsu, concretamente “Zatoichi conoce a Yojimbo” (la vigésima), donde Mifune retoma el papel del mercenario. Esta serie de películas es bastante difícil de encontrar y no he podido ver más que un puñado, que tampoco se encuentran entre mis preferidas. Takeshi Kitano recuperó al personaje la década pasada ofreciendo una película novedosa e interesante.

Algunas historias de Samuráis han sido rodadas en varias ocasiones, como la leyenda de los 47 ronin que vengaron a su señor. Hay una versión de Mizoguchi (un director que, por desgracia, frecuentó poco el género), otra del citado Inagaki y una más reciente pero también bastante insulsa de Koreeda. Y creo que se está rodando una temible con el protagonismo de Keanu Reeves.

Decía que Mizoguchi no frecuentó mucho el género, pero también hizo una versión previa de "Miyamoto Musashi", el samurái de la trilogía de Inagaki. Por otra parte, filmó grandes películas sobre el Japón feudal, sin ser estrictamente películas de samuráis, como "Cuentos de la luna pálida de agosto", "El intendente sansho", "Los amantes crucificados" o "Vida de Oharu, mujer galante."

Al igual que ocurrió en el western, el género ha decaído en popularidad en los últimos años, pero no han faltado obras notables, entre las que destacaría (además del “Zatoichi” de Kitano), la lírica trilogía de Yoji Yamada, que forman “El ocaso del samurai”, "La espada oculta" (también conocida como "The hidden blade"), y "El catador de venenos" (aka "Love and honor").

Y mencionaré alguna película más que ha quedado pendiente en la relación y que considero que merece la pena. Es el caso de “Tres samuráis fuera de la ley”, de Hideo Gosha, o de "Lady snowblood", dirigida por Toshiya Fujita, de la que ya hablamos por ser una de las inspiradoras de Kill Bill. Y sobre el código samurái en EE.UU., la reflexiva "Ghost dog" de Jarmusch, con Forest Whitaker haciendo un gran papel. Por otra parte, citaré dos películas recientes sobre el final de los samuráis: la pasable y sensiblona "La espada del samurái", de Yojiro Takita, y la mediocre americanada "El último samurái", pero lo hago sólo por completar el post, pues he mencionado películas mucho mejores, algunas de ellas obras maestras del cine.

Si alguien quiere profundizar en el análisis de estas películas o buscar otras le recomiendo que consulte filmaffinity.

La salsa de las películas de samuráis son los combates a espada, como los tiroteos en el western:


domingo, 19 de junio de 2011

Lobo Lavida




Era éste el nombre de una tienda bizarra de Quebec. Me gusta y me ha llevado a reflexionar.

Walpole decía que la vida es una comedia para los que piensan y una tragedia para los que sienten (y que por eso Demócrito reía y Heráclito lloraba).

Hay algún goliardo reflexivo como el Dr. Strangelove, pero en general somos más de sentir y eso nos lleva a veces a pasarlas muy putas. Pero cuando se superan esos grandes zurullos que bloquean nuestro camino, la vida ofrece momentos maravillosos que te hacen pensar no sólo que merece la pena estar vivo, sino que es en verdad algo grande, y por eso la amamos, apasionadamente.

Sí, puedo decir que Lobo la vida...

viernes, 10 de junio de 2011

Niveles de borrachera

Puestos a hacer clasificaciones absurdas y para facilitar el grado de comprensión de los interlocutores goliardescos vamos a facilitar una gradación de los distintos niveles de ebriedad a los que puede llegar una persona. Otro asunto distinto es que dentro de estos niveles se pueden tener diferentes tipos de borrachera: la cansada, la alegre, la deprimente, la tocapelotas, la cabreada, etcétera, etcétera.

He aquí los niveles de borrachera, como siempre, de 0 a 7.

0 de alcohol en sangre. Suponemos que existe gente que haya conseguido estar en este nivel ínfimo, pero no nos fiamos de sus testimonios.

1 Sobrio. No te has tomado mas que un carajillo o una cerveza en todo el día.

2 Tocado, también conocido como ir un poco piripi. Es el nivel máximo que alcanza habitualmente la gente normal y temerosa de Dios, para los goliardos no suele ser más que un paso intermedio en una escalera peligrosa, generalmente un paso de muy breve duración.

3 Un poco toñas. Tu apariencia es prácticamente normal, pero si te colocas (en el sentido de “situarse” no de “drogarse”) en un lugar sin música y con abundante luz, te das cuenta de que tu cabeza da vueltas: vas cocido.

4 Guaza. Como su propia inicial indica, éste es el punto G del alcoholismo, el más gozoso y a la par más difícil de encontrar. Vas contento, estás mentalmente rápido, eres capaz de hablar con personas del sexo opuesto con cierta gracia, tienes como se dice comúnmente, el puntillo, y te sientes de puta madre.

5 Hundido. Has superado el punto G casi sin enterarte para naufragar en los efluvios alcohólicos. Si eres un amante de la derrota puedes pasar un gran rato sumergiéndote en los arcanos de tu conciencia. Todavía puedes interactuar con otra gente, pero sólo si es de confianza.

6 Como un olivo o como un atún. Llevas una borrachera apoteósica. Eres incapaz de pronunciar una palabra inteligible y de dar dos pasos con la misma trayectoria. Tu ángulo de visión se ha reducido a 20º y en una distancia de 20 centímetros. Al día siguiente habrás olvidado buena parte de tus actos, que probablemente habrán constituido para el mundo exterior todo un show. La actuación interpersonal será muy difícil, sólo te comprenderán quienes vayan como tú (si los hubiere).

7 Inconsciencia absoluta. Sabemos por fuentes fiables que existe este estado, pero no recordamos en qué consiste.


Me voy a un bodorrio, un lugar óptimo donde utilizar estos baremos.

martes, 7 de junio de 2011

Memorias

Profesor Marmordo: No es habitual que lea libros de memorias, pero Buñuel me parecía un personaje lo bastante interesante como para atraer mi atención, mas cuando el libro al que me refiero tiene un título tan sugerente como “Mi último suspiro”.

No son las típicas memorias coñazo en las que el autor narra vicisitudes de su vida que tienen poco interés, de hecho, Buñuel pasa por muchas partes de su vida de puntillas. Diría incluso que se aprecia en el libro un tono de disculpa, como si temiera aburrirnos, cuando en realidad casi todo lo que cuenta es muy interesante. Este tono humilde y socarrón se agradece en un mundo en el que cualquier capullo va de divo.

No faltan los pasajes referidos a su carrera cinematográfica que agradecerán entendidos como el Dr. Strangelove, pero yo destacaré los capítulos sobre la guerra civil, lúcidos y moderados, su defensa de los bares y el alcohol y la lista de a favor y en contra.

Cuando defiende los bares nos cuenta que le gusta pasar horas en tugurios donde está a gusto y que con Jean Claude Carriere, su guionista de los últimos años (y amigo que le ayuda con las memorias), practicaba un juego. Tras un duro día de rodaje, Carriere dejaba a Buñuel en un bar, bebiendo sus dry martinis (para los que tenía su receta personal), y regresaba en tres cuartos de hora. En ese periodo, Buñuel tenía que haberse inventado una historia para contársela.

En el capítulo de a favor y en contra, hace un repaso que me parece divertido y sano, que creo que todos deberíamos hacer alguna vez, sobre cosas que nos gustan o no, muchas veces sin un motivo racional.



Esta lectura me llevó a reflexionar que cuando se escriben unas memorias, se dirigen más a terceros que a uno mismo (dejando a parte el grado de exhibicionismo y egolatría del autor) y que sería bonito tener unas memorias más íntimas con las que ordenar los recuerdos de uno. Pero esas memorias probablemente no serían escritas, los recuerdos serían mucho más vívidos si las formaran olores, sonidos, sabores y alguna imagen.

A mí, personalmente, me encantaría tener un libro de memorias con los olores de las mujeres a las que he amado.



viernes, 3 de junio de 2011

Reflexiones varias para preparar el verano

Lobo de Bar: Por un lado me halaga que se refieran a mi nombre en la campaña publicitaria de la marca de cerveza que más he consumido en mi disoluta vida, pero por otra me siento un poco plagiado, si al menos me hubieran dado un bono de consumo gratuito...

Dr. Strangelove: Otra película coreana para la lista: “A dirty carnival”. Nos habla de la mafia de por allá y tiene ciertos elementos metacinematográficos. Un guión interesante, buenas escenas de acción y, en suma, una nueva visión del ascenso y la caída en el mundo del lumpen, muy a lo Scarface.

Profesor Marmordo: Todavía no he utilizado la sutil técnica del entrevistador de chicas guapas para ligar. Es que creía estar enamorado, como es propio de la primavera, aunque conforme aumentan las temperaturas y se contrae el ropaje de las féminas me cuesta más sentir amores platónicos y castos.

Tío Matt: Os dejo una fotografía del castillo de Matsumoto, uno de los pocos que no fueron destruidos en la segunda guerra mundial en Japón.

Amigos de Tucson: Por suerte en Tucson, Arizona, no comemos pepinos ni salchichas alemanas. Somos demasiado hombres para eso.

Hunter: Pronto empezará la temible ruta veraniega de fines de semana repletos de festivales, fiestas de pueblo, actividades varias y casi nunca salubres, erecciones múltiples y descontrol supino que caracteriza mis estíos. Dr. Gonzo, adquiere drogas al por mayor, súbito.

Vinicius Mond: Cuando vas al baño en los bares te das cuenta de la cantidad de guarros que no se lavan las manos después de tocarse la verga o el ojete y que luego te la dan para saludarte. Para acabar con ellos, ¡vota a Mond!

Narrador omnisciente: Aunque no lo parezca, todos los concursantes de supervivientes, incluidos Toni Genil y Paquirrín, son humanos, ninguno es hijo de animal ni procede del planeta Raticulín.

San Bukowski: Este verano no hagáis nada que yo nunca haría.