Profesor Marmordo: por leerme este libro, de Azorín, me llamaron en el mismo día intelectual y degenerado, supongo que acertó más el segundo.
La obra fue publicada en 1902, cuando emergía la generación del 98, lo que supone un factor clave. La escribió un joven Martínez Ruíz, que aún no había cumplido los 30, siendo idealista pero también un pensador bastante profundo.
Su lectura resulta un tanto extraña, pues se alternan descripciones pormenorizadas con un estilo ágil y novelístico con pasajes, sobre todo los diálogos, mucho más cercanos al ensayo filosófico, sociológico y político. Pero bueno, supongo que nadie coge un libro de Azorín buscando un divertimento fácil.
La novela, la primera de una trilogía, está estructurada en tres partes, cada una con un punto de vista distinto, que van mostrando la evolución vital del protagonista. El conjunto resulta un tanto artificial y esclerótico y quizá demasiado discursivo, aunque conviene encomiar el esfuerzo renovador que se respira en toda la obra.
Lo más notable del libro es la agudeza del pensamiento del autor, que refleja los problemas tanto de la España de la época como la de una persona que tiene que plantearse cuál es su lugar y su actitud en ese entorno. Muchas de las reflexiones son sorprendentemente actuales. Creo que Vinicius se indignaría al ver lo poco que han mejorado las cosas en el último siglo y pico cuando ya entonces había gente que sabía apuntar dónde estaban los problemas.
Hace 9 meses
3 comentarios:
bueno, a mi me tocó como lectura obligada en la carrera, no tuve más cojones. incluso hice un trabajo muy apañao, recuerdo. no creo que se me hubiera ocurrido chafármelo así, por gusto, eso sí. degenerao!
Para mí que Marmordo nos suelta este rollo sólo para que el Dr. Strangelove no raje sobre sus intimidades...
De Azorín solo he leído Don Juan, y hace muchos años. Es cierto lo que dices, nadie coge un libro de Azorín buscando un divertimento fácil, de todas formas te alavo el gusto. En la literatura, como en la música y supongo que en muchos géneros artísticos, nos desvivimos por lo novedoso sin reparar que tenemos grandes clásicos que mantienen una fuerza y esencia que ya quisieran las nuevas olas.
¡Sí señor!
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