Hace 3 años
miércoles, 29 de febrero de 2012
miércoles, 15 de febrero de 2012
Ballantines
Los goliardos pensamos que hay que celebrarlo todo lo más posible, no nos gusta eso de ceñirnos a una fecha estipulada, por eso bebemos Ballantines casi a diario, y no sólo el 14 de febrero.
Ya lo decían los Violadores del Verso, Ballantines como forma de vida, vida perdida por la mujer y la bebida...
Ya lo decían los Violadores del Verso, Ballantines como forma de vida, vida perdida por la mujer y la bebida...
sábado, 11 de febrero de 2012
¿Qué hacías el 23 de junio de 2005?
Pensando que la sección de fragmentos de vetustos diarios de viaje está siendo muy desaprovechada abro el diario del interrail de 2005 por una página cualquiera. Mr. Voodoo, Zé Tubaro y yo, Lobo de Bar, fuimos a Rumania durante la mayor huelga de trenes de su historia.
23 de junio de 2005
Nota: Anoche la canadiense nos enseñó su enorme culo, otra experiencia para olvidar.
Hemos dormido relativamente bien, aunque la zorra rapada (creemos que la líder del grupo) la ha montando bastante con su jodido macuto, buscando las bolas chinas. Nos levantamos a las 7:30 para pillar el bus a Bran, tal como nos indicó el bastardo de información. Resulta que el muy hijo de perra nos mintió, tal autobús no existe. Dispuestos a mirar en otra estación un tipo que se las daba de amable se ofrece para llevarnos en su coche por un módico precio. Por el camino, además del tráfico y la muerte, podemos ver los Cárpatos y los campos rumanos, con sus agricultores, burros y demás.
El castillo está bastante bien, aunque no queda muy claro que Vlad Tepes pasara por allí, ni siquiera lo afirma Enric (Enric Balasch, guía Laertes), tan amigo de los bulos y la falsa información. El paraje, entre los bosques, en un risco, es de peli de miedo. El castillo fue el paso fronterizo entre Valquia y Transilvania. El arquitecto supo aprovechar el espacio levantando torres de la nada.
Tras un paseo por los salvajes alrededores tuvimos que esperar al conductor (falsa puntualidad rumana). Una vez en camino nos intentó encasquetar una visita a Rasnov por el módico precio de "el doble". Como no nos la pudo colar decidió mostrarnos su cara menos amable, la de cabrón con hemorroides al que pegaban de pequeño y fue sodomizado por Ceaucescu. Estuvimos al borde de la muerte en carretera y después nos llevó por un barrio sospechoso que nos hizo pensar (navaja en mano) en una emboscada. No hubo tal, pero la despedida no fue amistosa, que le folle un pez polla.
De vuelta en Brasov, después de comprobar lo restringido de los horarios de trenes por la puta huelga fuimos a ver la iglesia negra. Lo cierto es que el mejor exponente del gótico rumano es una mierda.
Llevaba lloviendo toda la mañana y decidimos huir a Sibiu y volver en bus, llegamos a la estación limando. Ilusionados e ingenuos estábamos casi contentos. El trayecto fue cómodo, era un tren viejo pero íbamos en un compartimento donde podíamos leer, dormir, escribir, tocarnos... La cuestión es que volvió a llover a saco y comenzamos a temer lo peor. Cuando por fin llegamos la lluvia era intensa y castigadora, pero lo peor fue que no había autobuses a Brasov por la tarde o noche, así que según bajamos, tuvimos que pillar el tren de vuelta. Gilipollas.
Compramos comida cancerosa en la estación y montamos en el auténtico tren-truño. Iba petado, olía mal, tuvimos que ir de pie bastante rato, y por si fuera poco comprobamos que el agua adquirida era Carpatian Light, es decir, agua con gas esbafada. Al final conseguimos sentarnos e incluso salió el sol, el minuto justo para despertarme de la siesta. Poco después, una manada de pescadores rumanos malolientes invadió el tren y empezó a llover en plan diluvio. Las ventanas no amortiguaban el agua.
Ahora ha dejado de llover y no queda mucho para completar este bonito paseo de más de tres horas para hacer 150 km parando cada 3. Solo pensamos en emborracharnos y en colgar de una torre a los hijos de puta de la huelga. Deberíamos haber comprado espadas sádicas de las que vendían junto al castillo, o algún instrumento para empalar.
(Escribe Zé Tubarao): Como hemos conseguido ponernos al día con el diario aprovecho para comentar que el último pescador apestoso que queda lleva frito una hora y ronca como una marsopa de Snagov (lago rumano donde tuvimos otra aventura aciaga), que las hay, no lo dudéis, hay que subir a la torre del puto monasterio para verlas, pero allí están. Por mi parte, solo puedo decir que desde que monté en el tren para Sibiu soy seis horas más viejo, sin que otra cosa haya cambiado.
23 de junio de 2005
Nota: Anoche la canadiense nos enseñó su enorme culo, otra experiencia para olvidar.
Hemos dormido relativamente bien, aunque la zorra rapada (creemos que la líder del grupo) la ha montando bastante con su jodido macuto, buscando las bolas chinas. Nos levantamos a las 7:30 para pillar el bus a Bran, tal como nos indicó el bastardo de información. Resulta que el muy hijo de perra nos mintió, tal autobús no existe. Dispuestos a mirar en otra estación un tipo que se las daba de amable se ofrece para llevarnos en su coche por un módico precio. Por el camino, además del tráfico y la muerte, podemos ver los Cárpatos y los campos rumanos, con sus agricultores, burros y demás.
El castillo está bastante bien, aunque no queda muy claro que Vlad Tepes pasara por allí, ni siquiera lo afirma Enric (Enric Balasch, guía Laertes), tan amigo de los bulos y la falsa información. El paraje, entre los bosques, en un risco, es de peli de miedo. El castillo fue el paso fronterizo entre Valquia y Transilvania. El arquitecto supo aprovechar el espacio levantando torres de la nada.
Tras un paseo por los salvajes alrededores tuvimos que esperar al conductor (falsa puntualidad rumana). Una vez en camino nos intentó encasquetar una visita a Rasnov por el módico precio de "el doble". Como no nos la pudo colar decidió mostrarnos su cara menos amable, la de cabrón con hemorroides al que pegaban de pequeño y fue sodomizado por Ceaucescu. Estuvimos al borde de la muerte en carretera y después nos llevó por un barrio sospechoso que nos hizo pensar (navaja en mano) en una emboscada. No hubo tal, pero la despedida no fue amistosa, que le folle un pez polla.
De vuelta en Brasov, después de comprobar lo restringido de los horarios de trenes por la puta huelga fuimos a ver la iglesia negra. Lo cierto es que el mejor exponente del gótico rumano es una mierda.
Llevaba lloviendo toda la mañana y decidimos huir a Sibiu y volver en bus, llegamos a la estación limando. Ilusionados e ingenuos estábamos casi contentos. El trayecto fue cómodo, era un tren viejo pero íbamos en un compartimento donde podíamos leer, dormir, escribir, tocarnos... La cuestión es que volvió a llover a saco y comenzamos a temer lo peor. Cuando por fin llegamos la lluvia era intensa y castigadora, pero lo peor fue que no había autobuses a Brasov por la tarde o noche, así que según bajamos, tuvimos que pillar el tren de vuelta. Gilipollas.
Compramos comida cancerosa en la estación y montamos en el auténtico tren-truño. Iba petado, olía mal, tuvimos que ir de pie bastante rato, y por si fuera poco comprobamos que el agua adquirida era Carpatian Light, es decir, agua con gas esbafada. Al final conseguimos sentarnos e incluso salió el sol, el minuto justo para despertarme de la siesta. Poco después, una manada de pescadores rumanos malolientes invadió el tren y empezó a llover en plan diluvio. Las ventanas no amortiguaban el agua.
Ahora ha dejado de llover y no queda mucho para completar este bonito paseo de más de tres horas para hacer 150 km parando cada 3. Solo pensamos en emborracharnos y en colgar de una torre a los hijos de puta de la huelga. Deberíamos haber comprado espadas sádicas de las que vendían junto al castillo, o algún instrumento para empalar.
(Escribe Zé Tubarao): Como hemos conseguido ponernos al día con el diario aprovecho para comentar que el último pescador apestoso que queda lleva frito una hora y ronca como una marsopa de Snagov (lago rumano donde tuvimos otra aventura aciaga), que las hay, no lo dudéis, hay que subir a la torre del puto monasterio para verlas, pero allí están. Por mi parte, solo puedo decir que desde que monté en el tren para Sibiu soy seis horas más viejo, sin que otra cosa haya cambiado.
miércoles, 8 de febrero de 2012
sábado, 4 de febrero de 2012
Juego de tronos (sin spoilers)
Profesor Marmordo: Hace mucho tiempo que no escribo una
crítica literaria en este blog a pesar de que he leído obras maestras como Ana
Karenina, Madame Bovary, Papa Goriot, La muerte de Artemio Cruz, Nostromo,
Memorias de Adriano, La Eneida, Tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides,
etcétera, etcétera. Estaba cansado de las reprimendas de Lobo de Bar y otros
goliardos que me calificaban de elitista y aburrido.
Me atreveré esta vez con una saga literaria que ha alcanzado
gran fama gracias en buena parte a la serie que empezó a emitir el año pasado
HBO. Al principio era un tanto escéptico a pesar de las recomendaciones del Sr.
Chinaski, que poseía los libros desde hace años, y me daba pereza embarcarme en
tan extensa lectura. Hace tres años que empecé con En busca del tiempo perdido
y aún voy por el cuarto, y hablamos de una de las obras claves de la historia
de la literatura, ¿por qué empezar con una saga de también siete volúmenes pero
aún más gruesos y de literatura fantástica? Mas cuando de esos siete volúmenes
se han publicado sólo cinco (cuatro en castellano) y los dos que quedan al
ritmo al que va últimamente George R. R. Martin pueden tardar evos en llegar,
si es que el autor no la palma primero...
Pues no lo sé, pero me embarqué. Lei el primero, “Juego de
tronos”, y después vi la primera temporada de la serie, con la que se
corresponde. El libro me gustó más de lo que esperaba pero después de ver la
serie, muy fiel, me dije que no me leería el resto de la saga, sino que la
vería por la tele. Aguanté un mes, luego pillé el segundo “Choque de reyes” y
el tercero “Tormenta de espadas” y me leí sus más de 2.000 páginas en menos de
un mes. Ahora me he prohibido empezar con el cuarto hasta que no se haya
publicado en castellano el quinto, ya que al autor se le fue de las manos (la
extensión) y tuvo que dividir en dos partes lo que estaba pensado publicar como
un solo libro y quiero leerlos seguidos.
Con lo anterior quiero decir que la saga (que en realidad se
llama “Canción de hielo y fuego”) engancha de cojones. Y no es la alta
literatura a la que suelo dedicar mi atención, pero tampoco es uno de esos
bestsellers vacuos que inundan las librerías. El estilo es bastante sencillo y
funcional, pero se utiliza un vocabulario relativamente rico y ambos elementos
son acordes con lo que realmente importa aquí: la historia.
No se puede hablar de esta obra sin hablar sobre la calidad
que están alcanzando algunas series de televisión. Para muchos (entre los que
nos incluimos el Dr. Strangelove y yo) las mejores series de hoy en día están
superando a las mejores películas, al menos en cuanto a guión (técnicamente es
más difícil por cuestiones presupuestarias pero también han alcanzado un gran
nivel). El consumo masivo de cine banal ha alejado a los grandes guionistas del
cine: para escribir Avatar o Transformers 3 no hace falta ser un genio, para
escribir Los Soprano o The Wire, sí.
El formato seriado permite una complejidad mucho mayor en
las tramas y una construcción de personajes infinitamente más rica. George R.
R. Martin utiliza estas bazas en su Canción de hielo y fuego dando, además, una
enorme libertad a la acción, con giros realmente impensables en una historia tradicional. Que no sepas lo que va a pasar, si, por ejemplo,
se va a cargar a alguno de los muchos protagonistas, es uno de los mayores
atractivos de la saga.
Otro aspecto fundamental de esta obra es el punto de vista
cambiante. Cada capítulo está escrito desde la perspectiva de un personaje y
este recurso ofrece infinidad de posibilidades que se van aprovechando cada vez
más conforme avanza la saga. Hay que aclarar que no se utilizan varios puntos
de vista para relatar los mismos acontecimientos como, por ejemplo, en
Rashomon, sino que las acciones rara vez se superponen. La historia avanza
mientras la vemos por los ojos de distintos personajes. Esto al principio sirve
para ir contruyendo a los mismos, entre otras cosas porque la mayoría se
encuentran en un mismo lugar, pero la acción se va diviendo y sobre todo a
partir del segundo libro, al cambiar de personaje también solemos cambiar de
emplazamiento. Una de las ventajas del multiperspectivismo es que ayuda a
difuminar la definición de “buenos y malos” (sobre todo a partir del segundo libro), todos los personajes son humanos e
imperfectos, algunos también contradictorios, aunque como es lógico unos nos
parecerán mejores que otros (si bien, diré algo obvio, no tienen por qué atraernos más los que
tengan una moralidad elevada o los que luchen por causas “justas”).
Con este planteamiento, en el que se pasa de un punto de
vista a otro en cada capítulo se corre el riesgo de que haya desequilibrio
entre unos hilos argumentales y otros, pero la verdad es que el autor ha
conseguido que todos sean interesantes y que la lectura no se resienta. Con un
gusto muy televisivo, muchos capítulos terminan con un giro argumental o un
hecho insólito que te deja con la boca abierta, y puede que no vuelvas a ver a
ese personaje hasta 100 ó 200 páginas más tarde, situación que engancha pero
también toca un poco las pelot**.
El uso de las elipsis es clave en el tono del libro. Los
capítulos de un personaje no empiezan exactamente donde terminó el anterior. En
algunos casos los acontecimientos que han transcurrido en ese lapso se han
relatado desde el punto de vista de otro personaje (lo que supone en sí otro
recurso, a veces por ejemplo se narran sucesos clave de un carácter en
capítulos que no le corresponden, también se puede dar información incompleta o
tergiversada), de forma más o menos explícita, en otros se revela lo sucedido
mediante alusiones en el nuevo capítulo. Esta forma de narrar proporciona
dinamismo al relato.
Debemos hablar también del género de la obra, que se enmarca
dentro del fantástico pero para superarlo. La historia se desarrolla en un territorio imaginario con unas condiciones inspiradas en el
medievo europeo. No hay elfos, trolls o enanos y los elementos fantásticos,
como la magia, se incorporan poco a poco y, en general, bien integrados en la
historia. Con esta elección se consigue libertad y no estar atado a sucesos
históricos, mientras que se aprovecha el imaginario colectivo sobre una época
que tiene bastante tirón y posibilidades literarias.
Llama la atención que muchos personajes sean niños o
adolescentes. Quizá en un principio se concebía la
obra para un público más joven (quizá por pertenecer al género fantástico),
algo que conforme pasan las páginas desmienten la complejidad de la trama y la
abundancia de sexo y violencia.
No quiero desvelar mucho del argumento. Se promocionó como
una mezcla entre El señor de los anillos y Los Soprano, lo que me parece un
reclamo atractivo, pero para mí se asemeja más a un The Wire en un medievo
imaginario. En un enorme reino unificado el equilibrio de poder se rompe y da
lugar al enfrentamiento de varias familias entre sí. Otro arco argumental trata
sobre la amenaza de seres malignos y/o mitológicos que viene del Norte en un
invierno que se aproxima y que promete ser duro (aquí las estaciones duran
años). El desarrollo de intrigas palaciegas y las guerras son una parte fundamental de la historia, y lo hacen en un
entorno “realista” donde, por ejemplo, la población sufre el enfrentamiento de los
señores y hay explotación, hambre, enfermedad, descontento social, etcétera, además de que los acontecimientos se interpretan de diferente forma según el punto de vista. El
honor o la venganza son a veces tratados con ironía, mostrando que pueden ser un sinsentido.
Pero lo mejor es la formación de los personajes, consiguiendo casi una veintena
de ellos muy bien definidos, alguno sobresaliente, con personalidades complejas y atractivas, e infinidad de secundarios
que casi nunca se limitan a un estereotipo. Llegas a conocerlos tanto que cuando hablas de ellos con gente que ha leído los libros parece
que son de la familia.
Si se le puede achacar algo a Canción de hielo y fuego es que
hay tramos con cierto tufillo a folletín y algunos capítulos de relleno (no
muchos). También se riza el rizo en alguna de las historias estirándolas
demasiado. Una buena poda no hubiera ido mal. El segundo, Choque de reyes, tarda
bastante en arrancar, aunque luego no decepciona. No son defectos importantes,
a no ser que se sea muy impaciente.
La lectura es muy placentera, tanto si se toma de forma
superficial como si se saborea la construcción de las tramas y los personajes.
Espero que los comentarios de este post ofrezcan algo de luz a los interesados. Puede ser una buena idea encerrarse en casa a leer Canción de hielo y fuego durante la ola de frío, mientras se piensa en el lema de los Stark "se acerca el invierno".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)