Un misterioso ser volador ha entrado en la cueva de Lobo de
Bar. A simple vista parece una polilla, pero su tamaño es más bien el de un
dragón mediano. Al goliardo no le agrada que invadan su intimidad y en su cueva
ya convive con salamanquesas, lepismas, pelusas, arañas e incluso hormigas. No
está dispuesto a que ese nuevo poblador le dispute la primacía en el hogar.
Abre la ventana para explicarle con buenas maneras que no es
bien recibido, que se busque otra cueva o que migre al Norte. Ni puto caso. La
polilla, quizá ebria, se choca con todo y termina por esconderse detrás de un
armario.
Lobo de Bar prosigue con sus quehaceres: remendar una
camiseta de los Stooges, beber oporto, comer nachos, fumar en pipa... Cuando
termina se asoma a la ventana, luna llena, y se recoge con intención de dormir.
No le resulta fácil, tras varios días de farra consecutivos
su cuerpo está desorientado y no sabe cuándo desconectarse. Entre la
masturbación, las drogas y la lectura del Ulises opta por este último sedante.
Tras una hora le vence el sopor.
Su sueño no es del todo profundo sino más bien cercano al
duermevela. Le salpican imágenes inquietantes que vive como reales. Conduce con
su padre un todoterreno por pistas embarradas, de noche, y siempre se equivoca
de camino. Tiene que hacerle una entrevista a una actriz porno, olvida la
grabadora. Está encerrado en una jaula de bambú y tiene los bolsillos llenos de
azafrán, le han atrapado unos aborígenes australianos antropófagos. El
todoterreno se avería. La actriz porno le dice que tiene una sorpresa para él
mientras se pinta los labios.
Algo capta la atención de Lobo de Bar y abandona el mundo de
los sueños. Es un golpear detrás del armario. Se acuerda de la polilla, ¿cómo
podía haberla olvidado?
El goliardo enciende la luz y el monstruo volador sale de su
escondite. Sobrevuela su hogar torpemente, choca con paredes y puertas, va de
una habitación a otra.
Quiere pensar que busca una salida, pero algo le dice que en
realidad está embrujando su casa mediante un conjuro y un polvillo casi imperceptible
que cae de sus alas como un contrario del maná. Intenta orientarla hacia las
ventanas y que se vaya para siempre. A veces se acerca al exterior, a la noche,
luego vuelve y sigue revoloteando y soltando el misterioso polvillo maléfico.
La polilla se posa en la pared y Lobo de Bar ve sobre sus
alas extendidas un extraño dibujo: un retrato en color sepia de Dan Brown. Es
la señal definitiva. Va hasta la cocina
y se arma con una botella vacía de Glenfiddich.
Su feroz antagonista se ha escondido. Lobo de Bar la busca,
sigiloso, esgrimiento la botella. Por fin sale, de debajo de la cama y se
enfrenta a él, le encara, y Lobo de Bar se defiende de los temibles ataques
como bien puede, como ha visto defenderse a Errol Flyn en las películas de capa
y espada, como los valientes que lucharon contra Godzilla, como San Jorge
contra el dragón.
La sombra de su enfrentamiento proyectada en la pared es
temible, digna de una película alemana expresionista. La polilla parece algo mayor
que un pterodáctilo adulto, y mucho mayor que Lobo de Bar.
El goliardo suda, la polilla chilla como un murciélago que
se ha dado un golpe en las pelotas. Lobo de Bar pasa al ataque en un intento
desesperado. El monstruo esquiva sus audaces estocadas con la botella verde de
Glenfiddich, hasta que, con un movimiento aprendido de Mifune como Miyamoto
Musashi en la trilogía del Samurai, le alcanza y le destroza contra la pared.
Mil cristales saltan, una mancha horrible decora el tabique con sangre,
vísceras y líquidos viscosos entre el amarillo y el verde.
Lobo de Bar suspira, exangüe, completamente desvelado. Con
un hisopo rocía las paredes y el suelo, por donde ha pasado la polilla. Se
sienta en el salón, vaso de whisky en mano, los ojos completamente abiertos en
dirección a la ventana. Sabe que las polillas nunca vienen solas. Y que son muy
vengativas.
6 comentarios:
¿La noche de las malvadas polillas?
:*
Hace poco me pasó algo parecido con una de esas avispas con el tórax muy delgado, como esos elefantes de patas largas de Dalí... fue terrible.
Ese tipo de polillas son duras de cojones. Yo suelo ponerme la máscara de gas que tengo lista para tales ocasiones y las gaseo. Tras probar muchas composiciones he descubierto que la garúa limeña es la solución óptima.
Sr. Chinaski
Ese tipo de polillas son duras de cojones. Yo suelo ponerme la máscara de gas que tengo lista para tales ocasiones y las gaseo. Tras probar muchas composiciones he descubierto que la garúa limeña es la solución óptima.
Sr. Chinaski
Joder, la máscara de gas me hubiera venido de puta madre.
Chico, haberla aceptado como animal de compañía ...
Publicar un comentario